Carlos Climente

Digital transformation and MarketingOperationsTeaching

Algo está pasando en Mercedes… y tiene que ver con el porno

Hace ya unos años conocí al CMO de una empresa californiana que distribuía cine para adultos. Aquel señor tenía la teoría de que la publicidad en Internet le debía mucho al producto que él formalizaba: banners dinámicos, pop ups, pop ups que no se podían cerrar, ventanas flotantes que al ser cerradas llevaban a otras ventanas… todos estos experimentos nacieron de páginas para adultos. Esta semana he escuchado una teoría que no me parece tan descabellada: ahora ya no es la publicidad lo que se inspira en la pornografía, sino el diseño de los productos como los automóviles.

Dicho así la afirmación parece muy descabellada pero tiene sentido. Según Mark Eckenrode de AGBeat, la pornografía es un producto que entra exclusivamente por los ojos. Con los años, las actrices y los actores están más delgados pero los rasgos que resultan más atractivos para los usuarios se hacen cada vez más grandes: en el caso de las mujeres, las pestañas, labios y pechos; en el de los hombres las manos y el sexo. Esos parecen los objetos de deseo de los compradores y por eso se agrandan hasta límites insospechados.

Lo mismo está pasando en el diseño de los coches. Hay ciertas partes del diseño de los autos que llaman la atención al comprador actual (las llantas, que han pasado de 14 a 19 pulgadas rápidamente, o los faros) y los diseñadores las están exagerando al máximo como muestra esta infografía.

Además, según dice David Risley, la pornografía en Internet también ha creado tendencia en cómo la gente compra. Desde hace tiempo la gente no compra películas para adultos –no paga por el contenido- sino que pagan por acceso libre a plataformas que lo distribuyen. Y eso es precisamente lo que gigantes como Amazon o Netflix, o Orbyt en España, ofrecen ahora: pagando una cuota fija al mes uno tiene acceso a sus contenidos libremente cuando quiera.