Un amigo me decía la semana pasada, mientras comíamos, que no veía utilidad a las redes sociales como vehículo publicitario. “El 2.0 -decía- está muy bien para los pequeñitos y para acciones below the line, pero los grandes a quienes la publicidad nos beneficia más que el gabinete de prensa no tenemos cancha”.
En parte tenía razón. Las redes sociales tienen miles de páginas de profundidad. Colocar un banner en una página profunda, de esas a las que sólo llegan unos pocos, es barato pero genera muy pocos impactos. Los banners en la página de entrada -en la que los usuarios pasan microsegundos- generan un CTR bajísimo, el más bajo que he conocido.
El problema, pienso, radica en que la publicidad no forma parte de la estructura de las redes sociales. Cuando trabajé en Linkara las instrucciones eran muy tajantes: primero creamos una masa crítica de usuarios y luego ya veremos dónde ponemos la publicidad.
Puesto que los banners se ponen “donde caben”, su repercusión es menor que la de los anuncios de los diarios digitales, por ejemplo.
Lo que sí que forma parte de la estructura básica de las redes sociales son los mensajes de los administradores de la red. Facebook, Myspace, Linkara, …
Todas ellas tienen un espacio claramente reconocible desde donde los administradores del sitio informan de las novedades del propio sitio.
En Estados Unidos Digg ha puesto ese espacio en manos de los anunciantes y los resultados han sido muy positivos (leer artículo) por lo que estoy seguro que pronto veremos esa misma tendencia en un montón de redes sociales. De momento, Twitter ya ha hecho suyo el modelo.