Carlos Climente

Digital transformation and MarketingOperationsTeaching

La honestidad como moneda de cambio

La primera vez que me hicieron un psicotécnico en Estados Unidos me burlé de la insistencia con la que me preguntaban si era una persona honesta. Una de las preguntas era “¿Ha robado usted algún bolígrafo del trabajo?”, otra “¿Ha tomado prestado material de oficina del trabajo alguna vez?” y otra “¿Se ha llevado a casa folios del trabajo?”.

Hoy no me burlaría del test. En realidad la pregunta era la misma todas las veces pero la intensidad con la que trataba la palabra “hurto” variaba: supongo que nadie admitiría haber robado un bolígrafo porque “robar” tiene connotaciones muy negativas. En cualquier caso, el director de recursos humanos trataría igual a quien admita esa posibilidad que quien admita “haber tomado prestado” algo. ¿Por qué? Pues porque los americanos dan un peso extremo a la honestidad laboral. El empleado que miente es un mal empleado. El empleador que miente es un mal empleador. No hay vuelta de página. Así que si vais a abrir algún negocio aquí tenedlo muy presente.

Los españoles somos muy dados a generar listas de precios fluctuantes en las que los precios pueden llegar a bajar si los picos de producción descienden. Eso no tiene cabida en Estados Unidos. Los precios son los que son siempre: si compro una unidad me llevo X% de descuento y si compro dos me llevo 2X. Todas las diferencias de precio, promociones, descuentos,… deben ponerse por escrito. Las empresas que varían sus precios dependiendo de la situación y del comprador se ganan una merecida reputación de deshonestas en EEUU.

Un amigo mío tenía un empleado en su tienda a quien pensaban promocionar a gerente (triplicándole el salario ni más ni menos). Un día vio cómo el empleado recibía un dólar de un cliente que era además amigo suyo y le devolvía el mismo importe en monedas para que nadie sospechara que estaba robando un dólar de la caja. A mi amigo no le ofendió que el empleado invitara a su amigo a un dólar, pero el hecho de que lo ocultara con tanta alevosía le produjo tal repulsa que hoy en día el empleado no sólo no ha promocionado, sino que es quien friega los suelos de la tienda… lejos de la caja.


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